El día transcurría con normalidad, nada hacía presagiar lo que iba a pasar en unos minutos. Pongámonos en situación; yo estaba trabajando tranquilamente cuando de repente escucho un grito ahogado , un aullido desgarrado de verdadero horror que provenía del baño. Suelto la taza de café que estaba tomando en ese momento y dirijo mi mirada ojiplático hacia el pasillo, la imagen se quedará en mi retina bastante tiempo; la espeta dando saltos como si estuviese cruzando brasas en la playa en la noche de San Juan. Fueron unos segundos de incertidumbre en los que se te pasan muchas cosas por la cabeza; ¿qué habrá pasado en el baño? ¿qué clase de infernal monstruo habrá? Sabía que algo monstruoso tenía que haber para que la espeta profiriese ese desgarrador grito de auténtico pánico; ¿una serpiente de esas que compran la gente pequeñitas y luego se cuelan por los inodoros de los vecinos? ¿alguna rata despistada que podría haber entrado por la ventanilla de ventilación? No, aquello era peor, mucho peor... Me armé de valor y sin dudarlo, salí corriendo al rescate de la espeta. Lo que ví en aquel cuarto me perseguirá en mis pesadillas mucho tiempo. Era... (todavía se me ponen los pelos de punta al recordarlo) una ¡¡CUCARACHA!! Una cucaracha que habría tenido de joven algún tipo de trastorno en la hormona del crecimiento y no había dejado de crecer hasta convertirse en aquel ser gigante que era. Lo tengo que reconocer, el miedo me invadió, pero miré a la espeta y me dije a mi mismo “eres el hombre de la casa y tengo que responder como tal”, me armé de valor y miré a la cucaracha a los ojos como un torero mira al toro antes de darle la estocada final. La cucaracha me miró y lejos de huir por donde había venido, en un ataque de valentía y sabiendo que no tenía escapatoria salió corriendo directamente hacia a mi. Desarmado como estaba, di un paso atrás presa del pánico y recalculé la situación. Aquel animal era inteligente, necesitaba un plan; fui corriendo hacia la cocina y cogí el único arma que puede aniquilar a una cucaracha; una escoba. Volví corriendo dispuesto a enfrentarme a ese ser, pero ya no estaba donde la había dejado. Tenía que buscarla. Me agaché para poder observar todos lo recovecos del baño con miedo a que en el momento que me agachase se acercase por detrás y me atacase, pero no, no dio tiempo. Allí estaba, debajo del lavabo, esperándome.. me puse de pie rápido saqué la escoba y ¡¡zash!!¡¡La pillé!! Hay una cosa muy desagradable que todos los que nos hemos enfrentado a una cucaracha sabemos; el crujido que hace al ser aplastada es de los peores sonidos que un ser humano puede escuchar… Pensando que la batalla había acabado y que ya era el triunfal ganador, levanté la escoba despacio y horrorizado me di cuenta de que ¡¡seguía viva!!! Malherida y desorientada la cucaracha hizo su último esfuerzo de abalanzarse hacia mi, pero yo estuve rápido y le di el escobazo de gracia. Ahora si. Vencí a la cucaracha y me convertí en el héroe de la espeta. Esta vez tuve suerte y derroté a la cucaracha..pero tendremos que tener más cuidado en el futuro y no dejar ninguna ventana abierta del baño.
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